A Different Kind of Truth
Van Halen
Me hubiera gustado realizar esta reseña la misma semana en que se puso a la venta el nuevo disco de Van Halen, la del siete de febrero, pero tras una primera escucha, no me vi preparado para ello. En aquella ocasión no me pareció un gran disco de regreso, tipo “The devil you know”, no al menos para los músicos que estaban involucrados en él y el tiempo que hacía que no editaban nuevo material: 28 años. Me daba lo mismo que la mitad de los temas de él fueran viejas canciones puestas al día, infinidad de bandas retoman ideas pretéritas para nuevos temas, desde Led Zeppelin, hasta Guns and Roses. Me da igual si la portada es una burda copia, o un sentido homenaje al disco de Commodores. Lo que no me da igual es que Michael Anthony no esté en él, con sus coros agudos reforzando la cada vez más grave voz de Lee Roth, aunque reconozco que el bajo de Wolfie suena mejor que el de Anthony. El joven Van Halen se involucra más en los temas, algo que Michael no hacía. Imagino que no necesitaba tanto como Wolf reivindicarse. Éste debe literalmente ganarse el puesto y debe demostrar que es un gran bajista, de ahí esos tappings al bajo infernales que recorren todo el disco. Y no me da igual es que descontando esos viejos temas, el resto del álbum suena entre un cruce de un disco en solitario de David Lee Roth y el último disco de Van Halen con Sammy Hagar en las voces: el infravalorado “Balance”.
Así que con un poco más de perspectiva y habiendo pasado un tiempo prudencial, me dispongo a reseñar un nuevo disco de una de mis, tranquilamente, diez bandas favoritas de la historia del Hard Rock, Heavy Metal o como le queráis llamar.
El disco se abre con “Tattoo” el primer single y video del disco.
Sobre este tema quiero dejar claro una cosa. En aquella no tan lejana primera escucha del disco, la que me debería haber servido para reseñarlo, una cosa quedó clara: “Tattoo” era el mejor single posible del disco. ¿Qué es un single?: un tema que no te puedes sacar de la cabeza desde su primera escucha. Y eso es lo que pasó al oír por primera vez el disco. “Tattoo” no sólo era la única canción en la que el estribillo era fácilmente tatareable, sino que su simplicidad hacía de él el tema que más rápido entraba. Así que sí. Adoro el tema porque cumple a la perfección su propósito. Además desde su inicio la guitarra de Eddie es reconocible, así como el sonido de batería de Alex y por supuesto esa manera de cantar de Diamond Dave, que más parece que recite que cante. Aunque lo mejor es esa nube de teclados que adorna el tema, todo un guiño a su “MCMLXXXIV”.
“She’s the woman” nos devuelve el sonido de los Van Halen de la primera época, no en vano el embrión del tema fue creado en 1978. Esto es apreciable más adelante de nuevo en temas como “Blood and fire” (1984), “Big river” (1976), Outta space” (1976) o “Beats workin’” (1976), casualmente todas ellas viejas demos nunca grabadas puestas al día. Por no hablar de “Stay frosty” su particular revisión del viejo tema “Ice cream man”. No hay nada reprochable en ellos. Escuchar en el siglo XXI una banda con un sonido que nos recuerda a sus inicios es no perder sus principios, algo admirable.
El problema radica en la otra “cara” del “disco”.
Temas como “China town”, muy cercano al sonido del primer disco de David Lee Roth en solitario, “Honeybabysweetiedoll” con introducción al estilo “Balance” recuerda en su inicio a “Skyscraper”, el tema, además de que el riff de Eddie está extraído directamente de su “Balance”, nada de la primera época.
En realidad parece como si no habiendo podido rescatar más temas de su primera época, mucho antes de grabar su primer disco, Eddie hubiera rescatado alguno de los temas de la etapa Sammy Hagar para completar el disco.
Lo que sí deja bien claro el disco en todas y cada una de sus escuchas, es, por un lado, la calidad que atesora Eddie en la guitarra, rescatando todos y cada uno de sus viejos trucos a la hora de encarar cualquiera de las canciones del disco; por otro lado, lo gran batería que es Alex, nunca entenderé cómo es posible que no esté entre los mejores de este mundo, algo que también le sucede a Nicko McBrain, ambos baterías podrían competir perfectamente con el gran Neil Preat y saldrían airosos del combate. Un tercer lado sería la calidad vocal que consigue Roth en estudio, algo que JAMÁS tuvo en vivo, ¿alguien sabe la razón de por qué nunca se editó un directo con Roth y sí lo hicieron con Hagar? Ahí tiene la respuesta. Sí, vale, Roth es algo más que un cantante, y soy el primero que lo reconoce, al fin y al cabo soy un gran fan de él, y las tres veces que le vi en vivo, 1988, 1991 y 2004, disfruté. En escena es el centro de atención, es imposible no posar una y otra vez tus ojos sobre él, ya esté con Vai, Becker o Young. Y personalmente creo que oírle o verle da ganas de vivir, pero vocalmente deja mucho que desear. Por supuesto se lo perdonamos, pero hay que ser consciente de ello, por muy fan que uno sea.
En definitiva, creo que había tantas ganas de un nuevo disco de Van Halen con Roth a la voz que en general nos hemos cegado con ello y hemos alabado demasiado un trabajo por lo que representa y no por lo que es. Tiene calidad, no lo discuto, tanto musical como compositiva, pero el tándem Roth-Eddie podría haber llegado algo más allá y devolvernos la fe en ellos que perdimos tras la entrada de Hagar en el grupo, cuando Van Halen se convirtieron en una banda A.O.R. Como decía alguien que ahora no recuerdo: “escuchar a Van Halen con Hagar me hace tener ganas de hacer el amor con mi mujer, escuchar a Van Halen con Roth me hace tener ganas de hacérmelo con cualquiera que no sea mi mujer”.
Esperaremos, no sólo que se pasen por Europa para poder verlos en vivo, sino que la banda tenga continuidad en estudio y ofrezcan otro disco de nuevo cuño, completamente nuevo, así podremos oír a los verdaderos Van Halen del siglo XXI. Mientras, disfrutaremos de esta obra ciertamente sobrevalorada por todos, echaremos en falta a Michael (¿qué hubiera hecho éste en “The trouble with never?”, y nos conmoveremos al ver el sueño de David cumplido.
Sin duda el disco gana con sus consecuentes escuchas y poco a poco encontramos pequeños detalles que hacen de él algo mejor, temas como “Blood and fire” o “She’s the woman” representan a la perfección el sonido de la banda, los solos son de excelente factura, incluyendo los correspondientes a los nuevos temas, como “As is”, o los riffs, perfectamente estructurados, sin duda el principal problema radica en las canciones, demasiado trabajadas, demasiado maduras, muchas de ellas han perdido la chispa de aquellas viejas grabaciones del grupo, y eso hace que en su conjunto no llegue a ser notable en ninguno de los casos. También acostumbrado a los discos de algo más de 30 minutos que grabaron en su primera época, sus seis primeros discos no van más allá de los 36 minutos, éste, con casi 50 en ocasiones se hace algo extenso. No llega a las cotas de su decadencia, “III” que excedía con mucho el tiempo de atención que debemos prestarle a un disco de Van Halen, pero por momentos se hace demasiado extenso.
En fin, no me malinterpretéis, pero me esperaba más. Tal vez sea un bicho raro, un pequeño salmón que nada contra corriente, pero esta es mi humilde opinión. Por supuesto seguiré siendo fan de Van Halen (etapa inicial con Roth al frente), Van Hagar (etapa junto a Sammy) y Family Halen (esta nueva etapa, donde tres de los miembros del grupo llevan apellido Halen), de la etapa Van Cherone no hablo si no es en presencia de mi abogado.
Anecdótico resulta la inclusión de un dvd en la edición de llujo del disco con la banda interpretando en vivo y en acústico tres temas. ¿No bubiera estado mejor un show completo aunque éste hubiera sido de una hora y en audio? Aunque personalmente me emocioné al ver a Roth cantar "Beautiful girls" en un perfecto blanco y negro mientras su perro Russell se pasea tranquilamente por el set de grabación.
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